viernes, 30 de noviembre de 2018

Al fin del mundo

Me miras como intentándome convencer. Y no, hoy no me apetece ese plan. Hoy me apetecía salir y cambiar de aires. Ver otras caras, estar en otro lugar. Pedir una botella de vino. Olvidarme del estrés por tan solo una hora y media, quizás dos. Al principio tú también querías salir a cenar, al contrario que ellos. Esperaba que me dijeras de ir sin nadie más; no lo has hecho y tampoco lo he hecho yo. A veces pienso que nunca seré capaz de contártelo... Me sigues mirando, diciéndome que vaya contigo una y otra vez, con la voz más dulce que jamás he escuchado. Y es que no es eso.

Claro que iría contigo. Contigo iría al fin del mundo. Tú y yo. Las dos.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Back home

Llueve y puse a James Arthur para completar la banda sonora de esta tarde. Encendí una vela con olor a vainilla. Y sin darme cuenta aquí estoy, de vuelta, dos años más tarde del mayor paréntesis en mi vida, escribiendo. Sin duda es la mejor terapia de todas. He vuelto para pensar en mí, para intentar entender lo que siento, lo que me pasa. Lo que soy.

He vuelto a casa. Ya soy de nuevo una ciudad y un sólo corazón. Ya no estoy dividida, en dos sitios a la vez pero en ninguno en realidad. O al menos eso se supone. Y lo mismo me pasa con el corazón. Dicen que lo estoy haciendo bien, que hoy en día nadie merece la pena. Qué pena que así lo crea yo también. Ser leal debe estar caro estos días. Sé que no soy perfecta, pero estoy hasta el final hasta que veo que nadie vuelve para sacarme de esa habitación a oscuras diciendo, "anda tonta, que nos hemos pasado, venga". Cuántas veces me he quedado con las ganas de que alguien me demostrara tan sólo una vez que me comprendía, pero de verdad.

Algo me llama y no sé de dónde viene ni a dónde quiere ir. Sé que este no es mi lugar, pero tampoco aquél ni el otro. Es como si ya no me conociera, ni supiera lo que quisiera. Aunque bueno, sí sé lo que no. Pero, ¿qué valor tienen mis decisiones? Decidí dejar de escribir y aquí estoy, y así con tantas otras cosas... Cómo me va a tomar nadie en serio si ni yo misma me respeto, dirás tú. Pues bien, contigo no pienso perder más el tiempo. La puerta está arriba a la derecha.

Tampoco lo perderé con los que vienen para hurgar en la herida ya cerrada, sólo por darse el placer de volverla a abrir para luego despedirse con las manos manchadas de sangre. Tampoco perderé el tiempo con los que me guardan rencor por razones ajenas a ellos mismos. Ni con los que ven la paja en el ojo ajeno pero no ven el hierro en el suyo. Con haters baratos que me odian más que yo a mí misma, ¿pero esto qué es?

Últimamente vivo rodeada de silencios. Si algo debo confesar es que yo tampoco hago mucho por hacer ruido. No sé, es como si ya nada me pudiera hacer más daño, como si ya no hubiera nada más tras la gran decepción. "¿Para qué?" me pregunto cada mañana. Si ya has decidido hacerme la mala del cuento, ¿para qué voy a quitarte la careta?. Si ya me has fallado cincuenta veces, ¿para qué voy a darte siquiera media oportunidad más?

lunes, 1 de febrero de 2016

Awareness

Y te das cuenta de que ya no eres una niña, de que tus opiniones y palabras pueden doler a los demás. De que ya no se lleva lo de ser sincero, de que la gente cuenta más mentiras que verdades. Que nadie dice la verdad. Y lo que es peor, que ni siquiera se molestan en mentir bien. Te dejan los cabos sueltos, creyendo que no los vas a atar.

Que nadie va a ir a buscarte aunque tú lo hayas hecho mil veces. Que a nadie es a quien necesitas. Que nadie te necesita aquí. Que nadie va a hacer por entenderte. Que nadie sabe leer tus entrelíneas. Que ya nadie merece la pena. Que ya nadie. Que ya nada.

Que sólo tú sabes lo que necesitas ese abrazo. Que sólo tú sabes las ganas de llorar que te provoca ver todo lo que te rodea. Que sólo tú sabes lo que te espera tras la puerta de salida. Que sólo tú sabes lo que llevas a cuestas. Que sólo tú.

Que esta ciudad es tu cárcel pero nadie ve tu celda. Que el amor incondicional que buscas sí existe, pero que la mayoría de veces se pasa como un dolor de cabeza. Que las cicatrices de unos y otros al rozarse con tu vida no les duele a nadie; sólo a ti.

Que es imposible olvidar todo el daño que te han hecho.
Que resulta más fácil perdonar.
Que eso estás haciendo.

viernes, 29 de enero de 2016

Here's to Sally Albright

You've got a face for a smile.
Oh, you know?
A shame you waste it
when you're breaking me slowly.


El otro día me trataron con amabilidad. Se preocuparon por mí. Aquello fue tan emocionante que no pude aguantar las lágrimas de camino a casa. ¿Qué me pasa? Me muero de la risa cada noche que veo Cuando Harry encontró a Sally, y eso que me sé los diálogos. Ya no quiero que el futuro me ponga de frente a personas del pasado. Ahora peco de lógica y puede que hasta de insensible. Eludo cualquier contacto físico, vaya que deje de congelárseme el corazón; trabajo me ha costado mantenerlo en frío. Prefiero contentar a los demás y odiarme después un ratito. Ya no me río con los chistes por compromiso. Estoy empezando a ser sincera y objetiva a un nivel nuevo y desafiante. Me hago tortitas para desayunar porque sí, porque moriré de gordita. Llevo tiempo que no busco, que más bien evito. Sin embargo, sostengo miradas hasta que el contrincante no puede más. A veces pienso en rendirme y pedir perdón a aquellas personas que no tienen nada que perdonarme, solo para ver cómo las hago feliz a costa de una mentira previamente consensuada. Llevo tiempo pensando en llamarla, en explicarle por qué lo hice, quizás después de dos años me entienda. Pero qué mas da ya. Estoy barajando si comprarme el disfraz de cabrona, al fin y al cabo a todos les va mejor así que a mí de esta guisa pasada de moda. Llevo tres intentos, con este, de acercar el mechero a la mecha: nunca me atrevo a verlo arder. Cuando pienso en que me quedan 163 días en esta maldita ciudad de contrastes, me entran unas ganas terribles de reducirme a lágrimas. Esta ciudad, que me ha dado siete caramelos y me ha quitado nueve. He dejado de ser esclava de mí misma, y no porque haya candados de por medio. Me he aficionado a emborracharme con extraños en el bar de enfrente mientras miramos nuestros marcadores para ver quién lleva más mentiras contadas. Cuando me preguntan que si soy feliz, yo les contesto que soy. Ya no dejo notas bajo la almohada con un 'te quiero'. Ya ves, la historia, y yo, hemos cambiado bastante. Pero no tengo tiempo para explicar lo que está pasando y lo que no. Como si me importara lo que pienses. Como si me importaras.


Maybe you'll call me someday.
Hear the operator say 'the number's no good' and
that 'she had a world of chances for you.'

jueves, 11 de septiembre de 2014

Un nuevo 11-S

Tropezamos de repente, como en un nuevo 11-S.
Sonreíste a quemarropa contra el filo de mi boca.
Y susurraste que el pasado sólo es como un día malo.
Y la lluvia abrió las puertas de mi vida en tu Ford Fiesta...

Pol 3.14

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El error es ser dos

"Ya lo ha hecho antes. Lo asombroso es que no le dé miedo volver a hacerlo.
Cuando nos enamoramos por primera vez, no sabemos nada.
Arriesgamos mucho menos que cuando decidimos volver a querer.
La sensación de enamorarse por primera vez es increíble.
Pero la sensación de estar en tierra firme con una persona que me sostiene, me ancla,
y saber que yo hago lo mismo por ella, es incluso mejor".


Me miré en el espejo como lo habría hecho cinco meses atrás y entristecí. Me puse la camisa de flores que no te gustaba y que nunca me puse aquel verano. Al coger los vaqueros recordé cómo me los arrancaste con las ansias de probar y encontrar dentro lo que muchas fingen llevar por fuera: inocencia. Parece que fue ayer cuando volví del viaje y, sin embargo, fue hace un año. Ahora me doy cuenta de que empujaba un muro que llevaba tiempo derrumbado, que seguía luchando en una guerra que ya gané.
Me miré de nuevo en el espejo con otra mirada y sonreí. Esa camisa de flores la llevé cuando me dijo por primera vez que me quería. Y la última vez que me puse esos vaqueros acabamos con la ropa mojada, llena de césped y tierra por las locuras que sólo hacemos cuando somos uno en lugar de dos.

Cuando escribo se me da bien hacer que aún sufro por el pasado, pero al pasado se le da mejor creérselo. Entre nosotros nunca hubo secretos y esto no iba a ser menos. Cada tarde beso otros labios. Entonces sueño que vuelvo a caer en tus brazos y al despertar me deseo no haberte conocido... Pero él siempre sabe cómo llevarme y qué decir: "amar por primera vez es único e irrepetible; volver a amar implica más sentimientos y mucho más valor, y nosotros lo tenemos todo de nuestra parte". Y ahí es cuando sé que no me voy a equivocar otra vez porque él no es ningún error.

jueves, 21 de agosto de 2014

La historia de mi vida

Tengo miedo por primera vez en mucho tiempo. No quiero que me hagan daño, y menos querer devolverlo yo. Tengo miedo de enamorarme, de quitarle el pestillo a la puerta, de incluso dejarla encajada. A veces la dejo olvidada, abierta de par en par, y él entra cuando quiere y se va cuando menos quiero. No me disgusta que entre; me encanta que lo haga. Pero, ¿y si llega el día en que ya no quiero que se vaya? ¿O si se va sin que yo quiera? ¿Y si, al final de todo, nos acabamos odiando? O lo que es peor. ¿Qué si no pone excusas? ¿Qué si de verdad me quisiera?

¿Qué si funcionara?

martes, 19 de agosto de 2014

Crónica de un desconocido

Buscaba la felicidad y creía encontrarla con la (nueva) mujer de su vida. En la cama, por supuesto. Inocente aquel que crea que el amor es algo más que estar sobre un colchón. Todas pasaban por el catre: la cajera enamoradiza, la universitaria, la rubia que no tiene otra cualidad mejor a destacar. Con todas era feliz a su manera pero le gustaba tanto la velocidad que pronto perdía el interés en seguir pasando por la misma carretera cada día. Era tan ambicioso. Cada verano buscaba una nueva ruta que explorar por otras ciudades. Dejaba a drede las marcas de sus neumáticos sobre el asfalto. Quería ser recordado.

Era un hombre complejo y no porque él mismo lo fuera. En realidad era insultantemente básico. Era complejo porque buscaba la dificultad en las cosas más sencillas y naturales. Así es como empezaba a llorar a las musas de su pluma y derramaba tinta por los ojos hasta ennegrecer el alma de quienes le rodeaban. Les decía que no era suficiente para ellas, que les quería muchísimo y que nunca se olvidasen de él (como si hubiera otra opción), de sus guitarras desafinadas adornando el salón y de su colección intocable de CDs. Que estaba acomplejado, que quería hacer grandes cosas en su vida aparte de frenar en seco cuando iba a 120km/h. Que siempre creyó que moriría joven. Que se perdió entre mareas y nunca se volvió a encontrar. (Que tenía una sirena en cada puerto).

Llorar se convirtió en un ritual frecuente. Pero estaban enamorados del desastre y ninguno podía (ni puede, ni podrá) borrar las manchas que cada uno hizo en la carretera del otro. Dar con un día bueno se volvía irremediablemente utópico. Ese era el principio del fin. Ella se rendía y al hacerlo sentía que se le iba una parte importante y a la vez nimia, él se rendía y estaba emocionado de emprender un nuevo viaje en busca de su (nueva) musa. Esa musa que recibiera los poemas que escribió para otra. Esa musa que firmara un contrato con sangre del que conocería las condiciones después del desastre. El desastre que supone enamorarse de un poeta en el siglo XXI.

lunes, 4 de agosto de 2014

Cómo dejar de ser un triste

A ver. Como toda persona medio decente, servidora no se alegra de la desgracia ajena. Incluso cuando no la hay pero lo fingen. Aunque tampoco me importaría que algunos se quedaran con el diablo en la botella de Robert Louis Stevenson... Muchos lo conoceréis por Dr Jekyll and Mr Hyde, y eso ya sería mucho pedir. No me liéis que yo no tengo maldad, hombre (pero la botella la vendería por un centavo).

Vayamos al tema. Sé que lo sois, no me lo neguéis pequeños. DEJAD DE SER UNOS PUÑETEROS DERROTISTAS. Oh, vamos. Descolgáos esa sonrisa triste que lleváis puesta en automático y enseñad la verdadera, joder. ¿No os gusta cómo tenéis los colmillos hacia delante? ¿El abismo que separa vuestras paletas? Ah, espera, ya lo tengo. Lo mucho que se os ve la encía. ¿Es eso? Por favor. ¿No os cansáis de esa actitud en la que todo lo veis como una gran mierda? Tampoco os voy a mentir, en muchos casos lo es. Una enfermedad que te recluye durante meses en un hospital, una pérdida inminente, que el novio te ha dejado por una con más tetas y que las uñas se te han estropeado. Una auténtica tragedia. Ya quisiera Shakespeare haber escrito sobre las medias que se corren cuando estás a punto de salir un sábado noche a matar las pocas neuronas que dejaste vivas cuando el amor de tu vida te dejó por una rubia con un cociente intelectual (CI) bastante preocupante. Uf. Duele y cansa escribir sin pausas. ¿Cómo puñetas lo hacía Joyce en esas 60 eternas páginas de Ulises?

Gran inciso. Está permitido estar triste pero no ser un triste. Estoy segura de que los nativos entendemos esta diferencia aunque nos cueste explicarla. Triste se puede ser de mil formas pero para eso están los blogs de derrotistas profesionales. No dejaré enlace para que mis colegas no se ofendan. Esto también lo hago por ellos, para que se piquen y cambien el chip... A lo que iba. Se puede estar triste leyendo un libro de poemas, escribiendo historias que animan a cortarse las venas (en este mismo blog no te costará dar con una de esas). Pero yo misma me he dado cuenta de una cosa. Se puede estar tristón escuchando canciones con letras tristes aunque camufladas. Dejad a Andrés Suárez y pasáos a la música movidita, coño. Probad con esta: MUSICOTE ANTI-DERROTISTAS

Séquense las lágrimas, pequeños gran derrotistas. Que la vida es bonita y hay que dar gracias a cómo estamos y lo que tenemos. Y no, no soy forofa de la Biblia aunque ponga eso en mi cartilla bautismal. Tenéis que espabilar y salir del maldito bucle de tristeza en el que vosotros solitos os habéis metido después de crearlo. Se puede salir, de verdad. Os lo prometo. Basta con dejar de repetiros a vosotros mismos SOY UN PUTO FRACASADO Y NADIE ME QUIERE. Joder, si os tuviera cerca os molía a palos. Yo misma escribo esto para "un puto fracasado y que nadie quiere" (lo único cierto en esa frase es que no le quiero pero ni de lejos). ¿Sabéis lo que a veces pienso? Es que cuando la cosa no me cuadra, pienso en honor a la rubia del CI en peligro de extinción. Creo que los tristes/derrotistas/friendzoners/pringaos son completamente conscientes de su situación. Saben lo buenos que son haciendo lo que se les da bien, saben que los queremos (me remito a la aclaración anterior, esto sólo es un plural de cortesía). Sólo quieren la palmadita del día en la espalda y dar pena. ¿Acaso hay sentimiento más sucio que ese? A mí no me la dan. Yo les digo: 

ESPABILAD. SED FELICES, SONREÍD. VIVID BIEN MIENTRAS TENGÁIS LOS INSTRUMENTOS PARA ELLO, PORQUE NO ESTARÁN AHÍ SIEMPRE. HACED COSAS DE PERSONA FELIZ HASTA QUE LO SEÁIS. JODER. Si queréis algo, COGEDLO. Si queréis a alguien, DEMOSTRADLO. La teoría está tirada si de verdad queréis cambiar, pequeños míos...

sábado, 2 de agosto de 2014

Breaking a truce

Qué sería yo sin mi padre... Y qué sería yo sin Daniel. Una triste que no para de escribir la misma mierda, que no deja de estudiar el libro de poemas de Neruda. Que no pasa un día sin leer al enemigo de corazones o a depresivos similares. Todo eso sería de no ser por su existencia y su irrupción en mi vida. Colgó de mi cama un atrapasueños para dejar de tener las pesadillas con la misma persona. Lo poco que dormía sin malos sueños siempre era en sus brazos. Estuvo y me sostuvo cuando todos los demás se fueron y me dejaron olvidada en alguna parte entre dos ciudades.

Dicen que las mujeres buscamos estar con alguien que se parezca a nuestro padre. Por lo que él cuenta, no dudo que el hombre busca en su chica a una segunda madre. Pero yo no me parezco en nada a ella y creo que esa es una de las razones ilógicas que hace que lo nuestro funcione. Recuerdo aquella vez en que no quería saber nada de mí. Luego volví y el reencuentro era inevitable: trabajábamos en el mismo sitio durante el verano. Leía a Kundera cuando se acercó a mí y me preguntó que cómo me iba todo. Mi cara expresaba lo que un poema de Góngora. Un puto lío incapaz de comprender alguien como yo:

+ No tienes que fingir que te importo, Daniel.
- No finjo. Quiero saber qué tal estás.
+ ¿Dejaste claro que no querías saber nada más y ahora te importo?
- No sabía cómo reaccionar cuando me dijeron que no pedirías el traslado. Pensaba que era yo quien no te importaba.
+ Sin contarte a ti, toda mi vida está allí. ¿Acaso no eres todo lo que tengo cuando vengo a casa?
- ¿Qué ha pasado con nosotros?
+ Ya no hay ningún nosotros, Daniel. Es algo que decidiste por los dos.

Pasó algún tiempo y las cosas se arreglaron entre nosotros y no porque quisiéramos, sino porque además nos necesitábamos. "Me recuerdas a mi padre y la última vez que me pasó con alguien tuvo unas consecuencias, digamos, únicas, hasta la fecha". Eso fue lo primero que dije cuando nos sentamos en el césped. No estaba segura de si se lo estaba diciendo a él o era a mí a quien le declaraba el fin de la tregua sentimentalista que me había traído hasta hace unos meses. Tregua que comenzó cuando le conocí. Me miró como si tratara de resolver un acertijo, entender uno de mis chistes o averiguar qué números fallaban en aquel sudoku que dejamos por imposible. Le sonreí y con ello pareció haber comprendido el acertijo, entendido mi chiste malo y resuelto el sudoku.

- ¿Por qué me tienes tanto miedo?
+ Un día me prometí que no volvería a sufrir por nadie.
- Lo peor de esto es que vas en serio.
+ He estado negando lo que siento por ti de las forma más absurda que existe y...
- Y la más fácil. De no ser por la biblioteca te sería sencillo evitarme. Dime una cosa. Dices no querer sufrir por nadie... ¿Qué es esto sino miel en los labios y encabezonarte en no saborear su dulzor?

lunes, 14 de julio de 2014

La insoportable levedad del ser

Pero es precisamente el débil quien tiene que ser fuerte
y saber marcharse cuando el fuerte es demasiado
débil para ser capaz de hacerle daño al débil

MILAN KUNDERA

(Yo, aparte de débil, reincidente)


No era esto a lo que me refería cuando pedí libertad.

Kundera dice que no se es feliz en un lugar si te quieres ir de él. Yo me fui de donde soy para encontrarme por las calles de esta ciudad. Hoy quiero irme de aquí pero no para volver a mi origen sino para irme otra vez, mucho más lejos, a otra parte. Empezar de cero con la maleta llena de libros y llevar Ana Karenina bajo el brazo. Buscar la voz que me condujo a mi Praga particular que también resulta ser capital nacional. Quizás cuando dé con ella duerma de la mano del hombre que me condujo a una ciudad desconocida, con la maleta en la consigna de la estación. Y dentro, todo lo que tenía. Quizás volver a dejar de escribir medias verdades, quizás decantarme de forma definitiva por las mentiras enteras.

No, no era esto lo que pedía. Sigo pensando en él cuando algo (todo) me va mal. Siento mías todas las reflexiones que hace el escritor checo en La insoportable levedad del ser, ese libro que no quiero acabarme porque he hecho de él mi refugio. Un cobijo que siempre está para mí, que nunca falla. Veo un nosotros pasado de fecha en cada capítulo y sería capaz de felicitarle si lo terminara sin verme a mí en una sola página. Esa caducidad pronto irá a parar en un naufragio de sentimientos. No paro de pensar en él y su tez oscura, en las malditas casualidades que lo trajeron hasta aquí, y en la nefasta causalidad final que le hace volver a leerme como aquel día hizo, como hace justo ahora. Sólo que desde Praga. Dante, a eso, lo llamaba Infierno.

Me siento atada a la libertad. Irónico. La veo como un pájaro (que no golondrina), y me lleva a rastras colgada de un hilo que va desde su pata a mi cintura. Me parte en dos cada vez que alza vuelo. Me parte casi igual a cuando me partió él. Aunque duele menos. Esa libertad con forma de seis pájaros pequeños la llevo tatuada en la piel desde hace una semana. No me arrepiento del dolor, al menos no de este. Sus siluetas me recuerdan que he vuelto a amar lo que yo misma me enseñé a odiar. A él y lo que representa. Pasa un coche rojo. En él encuentro la perfecta excusa para dar con las lágrimas que hablan de un nosotros olvidado, como lo que siempre se olvida en el cajón de un piso de alquiler. Excusas por doquier que me recuerdan el pasado que, realmente, nunca quise dejar atrás.

Insisto. No era esto a lo que me refería cuando pedí libertad. No quería que se me diera tanta hasta el punto de sentirme sola y sin nadie con quien hablar hasta que me quede sin recursos en el tintero, como a mí me gusta. Este año ha sido el mejor de mi vida y el peor en otros tantos aspectos. Que haya sido el mejor se olvida pronto si pienso en por qué ha sido el peor. Puede que la dualidad se deba a que sin calor no hay frío, y que sin ti no hay nosotros. Bah. Quiero libertad y de la de verdad. Nada de proyectos de. Quiero dejar todo lo que estoy haciendo hasta que me encuentre. Él, yo, quien sea que lo haga. Lo voy a dejar todo ya mismo: esta ciudad, la otra, mis sueños, mis obligaciones. Voy a dejarlo todo y no tengo claro el porqué. Sólo que acabo de empezar a escribirlo.

lunes, 23 de junio de 2014

De señales irrevocables

¿Sabes de esas señales que indican el peor de los finales? Pues servidora es experta en unas cuantas, aunque siempre hay alguna que destaca entre todas las demás. Está la típica del reproche: que si "nunca hablas cuando vamos en coche", que si "hoy estás muy seria" y todo ese tipo de comentarios que van haciendo mella en uno hasta que te ves forzado a ser lo que no eres o no te apetece ser en un momento dado. ¿Qué tiene de malo ir en coche escuchando música y mirando por la ventanilla? ¿Y estar pensativa así porque sí? ¿No se dan cuenta de que nos hacen sentir mal, aburridos, obligados a estar sonriendo y hablando 25 de 24 horas que tiene el día? ¡Como si fuera humanamente posible! El problema viene cuando cambias, cuando antes hacías cosas que ahora no; no cuando eres así desde que te trajeron al mundo y la gente es incapaz de aceptarlo hasta el punto de querer cambiarte. Esa es una de las señales nefastas. Pero la que me hizo reflexionar de verdad fue otra algo distinta. Y abocaba lo peor.

Me hablaba desde el baño y yo dejé de contestarle por pura pereza. No recuerdo bien si volvíamos de un concierto, sólo que estaba cansada y que los trayectos en metro acababan conmigo. Cuando entró en la habitación me hice la dormida para ver qué hacía. No sé, lo típico ¿no? Esperar un par de besos, unas caricias. Que te despierten. Que te tapen con las sábanas. Pero no fue lo que ocurrió. Me dio un beso con el frescor que la menta había dejado en su boca y ya está. Eso fue todo. Me hice la remolona al ver que no me rodeaba con sus brazos como siempre hacía, así que lo tuve que hacer yo, que nunca lo hacía de primeras. Creo que ahí empecé a darme cuenta de que no estaba hecho para mí. Algo había cambiado. Tuve varias obligaciones que no me apetecía hacer por el hecho de no ser sugerencias sino algo estipulado y aparentemente inamovible, y cuando casi doblego comprendí que quería cambiar mi forma de ser y que no podía consentir más caprichos y cabezonerías. Empecé a verme sin él de la mano y le decía a mis amigas "lo bien que estaba sola". Al parecer no sabía que no iba a encontrar en mí una sumisa de las que siguen la corriente, básicamente porque no le bailo el agua a nadie así le quiera con todo mi corazón. Los días siguientes tuve que seguir buscándolo para poder encontrarlo. Los meses siguientes dejé de hacerlo y acabamos dejándole nuestro caso al olvido. Lo único que no ayudaba era el hecho de que ni siquiera nos despedimos.

martes, 3 de junio de 2014

Sad and pathetic

"Y tú, que todavía sigues en el suelo con buenas palabras hacia él, justificaciones, lágrimas por derramar e insultos -llamémoslo así entrecomilladamente-, vacíos, de esos que dices por decir, por demostrar que lo has superado y que si te acuerdas de él es porque yo te lo recuerdo... Enfádate, ódiale. Sabes que digo por ti todo lo que piensas porque eres incapaz de decirlo en voz alta. No es triste echarle de menos, ¿vale? No es patético haberle dicho que volviera. Lo que es triste y patético es no conocer a este tipo de personas hasta que te dicen que ni fue de mutuo acuerdo ni los dejaste tú. Ellos siempre querrán quedar por encima, y personas como tú y como yo "les dejamos ganar" para que se sientan mejor consigo mismos. Si él tuvo la cara de decírtelo a ti, imagínate -aunque siempre digas que te da igual- qué versión de los hechos puede estar contándole a los demás. ¿Sabes? Él siempre dirá que fue él quien lo hizo; su ego es más grande que la ciudad en la que vive. Dirá que le rompiste el corazón mientras escucha canciones tristes y se mira el ombligo o escribe a la espera de que caiga otra que se parezca a ti, amor, pero nunca la encontrará porque sólo existes tú. Si se ha dado cuenta de eso, ya se estará arrepintiendo a estas alturas. ¿Y sabes qué? Le dedicará lo que te escribió a ti a la primera que se le cruce para después decirle que fuiste una hija de puta y que tuviste la culpa; todo ello con palabras bonitas y melancólicas eh. ¿Pero sabes de qué sí tuviste la culpa? De quererle como nadie le quiso nunca, de quererle como ni él es capaz de quererse. Y dirá que te dejó a ti, claro que lo dirá. Una y otra vez, hasta que se lo crea. Es muy triste que justo en ese momento conozcamos con quien hemos compartido tanto de nosotros. Es patético que existan personas que nos rompen hasta con la última mentira de su Broadway show. Yo ya he estado donde tú... Y a ti, vida mía, no te rompieron sus mentiras. Fuiste tú la que se dejó romper con cada desengaño. ¿Y yo qué? Que estoy aquí, diciéndote todo esto, te veo menguar y me rompo contigo, sufro tu historia y revivo mi pasado. Me dueles y sigo esperando a que veas que soy de los pocos que no te han fallado cuando muchos se han ido. Pero tú sólo eres capaz de ver a una panda de olvidadizos. Olvidadizos que jamás te miraron como te miro yo. Eso sí que es triste y patético: estar a tu lado, enamorarme de ti, cuidarte... y que ni me veas".

domingo, 1 de junio de 2014

To-do list

Te odio y me fascinas. Te odio como se odia al fuego en la montaña y me fascinas como fascinan sus llamas nocturnas entre lo que una vez estuvo verde de vida.
Me arrasas sin tocarme. Como si tu recuerdo fuera un hierro candente y no me quedara piel más allá de tu herida. Como si toda yo fuera una herida. Tu herida.
Te odio y te quiero. Te odio como se odia al que manosetea tu corazón hasta desgastarlo; te quiero como si alguna vez me hubieras querido.
Aunque me repugnes, quiero probarte. Te desprecio por estar cubierto y hecho de mentiras pero quiero saborearte como si de ti dependiera mi vida. Como si tú fueras el elixir que me mantiene viva.
No puedo maldecirte sin echarte de menos. Cada palabra que te dedico lleva un "vuelve" escondido en cada línea. Eres mi lunes de los renglones y necesito esconderte en el siguiente un "NO VUELVAS", pero siempre es fiesta y lo dejo para el siguiente lunes.
Te olvido recordándote. Por cada calle que paso, por cada día y ciudad que me traes a la memoria, te olvido. Te olvido recordándote.
No quiero volver a verte pero me gustaría encontrarte. Tengo miedo a verte por lo que pudieras despertar en mí y por si no me pudiera reencontrar. Pero quiero encontrarte como tú me encontraste una vez: perdido y sin nada más a lo que aferrarte.
Quiero odiarte y quiero amarte. Quiero odiarte por lo que produces en mí cada vez que te pienso. Quiero amarte para no odiar esa pulsera de cristales verdes que las llamas han manchado con tu recuerdo.

Quiero empezarte para acabar contigo.
Quiero mentirte para después no dejar de engañarte.
Quiero odiarte para poder quererle por encima de lo que te quise a ti. 
Quiero comenzar una partida, no decirte que es de prueba y dejarte con el turno a medias.
Quiero ser tú para volver a ser yo.

sábado, 31 de mayo de 2014

Bitter-sweet

De modo que ser adulto era esto:
tener un velocímetro que marca de 0 a 210
pero no ir nunca a más de 60
 QUIÉREME SI TE ATREVES 


No soy ni seré tu casi amor. No soy ni seré tu casi amiga. Aunque todo apunta a que lo fui, no soy ni seré tu rollo de verano. Lo soy todo o no soy nada; nunca me entrego a medias. Puedo quererte, puedo odiarte (o fingir hacerlo). Es peor que me despiertes indiferencia a cualquier otro sentimiento. Puedo ser tu amor pero nunca tu media naranja. Toda yo soy un cítrico; que sea más dulce o más amarga, más naranja o más limón, depende de ti. Busco a alguien que lo dé todo por mí y que yo lo dé todo por él. No sé qué es el término medio y cuando temo saberlo, huyo. Nunca voy a medias tintas, no me gusta ir a 50km/h si puedo ir a 120. Nunca dejo que vayan a medias conmigo...

O todo eso creí una vez.

lunes, 26 de mayo de 2014

Fuck you, Paris

Me prometieron París y me cegaron con tanta luz artificial. Cuando consideré que era el momento las apagué, no sin antes haber encendido velas por la habitación en la que ahora estaba. Metí el disco en la minicadena y me senté en mi alfombra (que es la suya), a los pies de su cama (que es la mía). Las dos copas medio vacías de su vino favorito competían con mi sonrisa a ver cuál brillaba más en la oscuridad. Nunca me han ganado desde que estoy con él. Las eclipsamos en cada beso hasta romperlas de vacío.

Los dos minutos antes de que entrara por la puerta pensé en mil cosas. En lo perdida que estaba hasta que me encontré con su sonrisa en mi camino. Esa sonrisa suya, que iluminó hasta la habitación más oscura de mi vida. Ya no tenía miedo de que los kilómetros fueran más largos que los besos, ni de que los vasos ya no tuvieran versos. Pensé en cómo me había hecho amar hasta el color del vino en las copas y de su sabor en nuestros labios. Recordé qué día me hizo aficionarme a la cerveza, de la forma más sucia y rastrera: "bébete la jarra o no hay besos esta noche". Menuda sonrisa esbozó para desarmarme... Pero en mi defensa diré que no fui yo quien se enamoró. Fue él quien hizo que me enamorara hasta de su sombra y de las cartas con su letra de escritor dieciochesco. Es él quien me ha hecho querer ser mejor persona. Es él y punto; con todo lo que ello conlleva.

Dos minutos después entró y me descubrió en mi "estado puro", que lo llama él: intentando averiguar qué tonalidad de azul sería la de la colcha de haber más luz que la arrojada por unas velas. Me enamoró por ¿vigésima vez en el día? Y volvió a quitarme el hambre, dejándome en los huesos de sus besos, llenándome el estómago de mariposas alzando vuelo. En ese momento sólo pude hacer una cosa: quererle más que nunca, más que a nadie en el mundo. ¿Qué importaba ya nada? Que le den a París, yo prefiero su cama.

jueves, 22 de mayo de 2014

Taking fly

Bajaba la calle llorando. Iba casi corriendo, no quería que me viera todo el mundo. Fue entonces cuando me paró un chico que conocía de algo. Me dijo que volviera al lugar en el que estaba "ese cabrón" que me había hecho llorar. No quería hacerlo pero fue tan amable e insistió tan dulcemente en acompañarme y quedarse cerca que no supe decirle que no a unos ojos que dolía mirar de bonitos. Hablé lo que tuve que hablar con esa persona y salí de un lugar al que no volvería. Mi cabeza no dejaba de soltar tacos e improperios internos hasta que mi mente se quedó en blanco. Lo vi sentado en las escaleras mirando a la gente pasar y esperándome en la distancia que, en ese momento, quería acortar hasta límites insospechados. No siendo más que prácticamente un desconocido, allí estaba, cuidando de mí, con las piernas estiradas en la escalinata. Créeme cuando te digo que no has visto a alguien a quien le sienten mejor unas Ray-Ban negras. Jodida e imperfecta perfección. De haber estado allí tu también te habrías enamorado perdidamente. Por suerte para mí sólo estaba yo. En fin. No lo entenderías pero voy a intentar explicártelo. Fue un loco salvavidas que no esperaba a la falsa chica 10 (porque sabe que la verdadera no existe). Me esperaba a mí: una loca que bajaba corriendo la calle con lágrimas en los ojos, que sólo conocía de vista y que ahora conoce de algo más. Es quien me rescató de mares amargos que decían ser salados. Me liberó de marineros cuyo único deseo es meter a las sirenas/medusas/musas que pescan en un traje de neopreno para que vivamos ahogadas en nuestras propias lágrimas. Es el loco salvavidas que entiende mis indignaciones con el mundo, que odia conmigo las injusticias y los actos de cobardía. Es mi loco salvavidas. Ya no me queda mar pero me sobra aire, cielo y nubes. Me sobran alas al alzar vuelo con él de la mano. Me sobra salvavidas pero siempre necesito más de él. No sé si me explico.