sábado, 5 de noviembre de 2016

Back home

Llueve y puse a James Arthur para completar la banda sonora de esta tarde. Encendí una vela con olor a vainilla. Y sin darme cuenta aquí estoy, de vuelta, dos años más tarde del mayor paréntesis en mi vida, escribiendo. Sin duda es la mejor terapia de todas. He vuelto para pensar en mí, para intentar entender lo que siento, lo que me pasa. Lo que soy.

He vuelto a casa. Ya soy de nuevo una ciudad y un sólo corazón. Ya no estoy dividida, en dos sitios a la vez pero en ninguno en realidad. O al menos eso se supone. Y lo mismo me pasa con el corazón. Dicen que lo estoy haciendo bien, que hoy en día nadie merece la pena. Qué pena que así lo crea yo también. Ser leal debe estar caro estos días. Sé que no soy perfecta, pero estoy hasta el final hasta que veo que nadie vuelve para sacarme de esa habitación a oscuras diciendo, "anda tonta, que nos hemos pasado, venga". Cuántas veces me he quedado con las ganas de que alguien me demostrara tan sólo una vez que me comprendía, pero de verdad.

Algo me llama y no sé de dónde viene ni a dónde quiere ir. Sé que este no es mi lugar, pero tampoco aquél ni el otro. Es como si ya no me conociera, ni supiera lo que quisiera. Aunque bueno, sí sé lo que no. Pero, ¿qué valor tienen mis decisiones? Decidí dejar de escribir y aquí estoy, y así con tantas otras cosas... Cómo me va a tomar nadie en serio si ni yo misma me respeto, dirás tú. Pues bien, contigo no pienso perder más el tiempo. La puerta está arriba a la derecha.

Tampoco lo perderé con los que vienen para hurgar en la herida ya cerrada, sólo por darse el placer de volverla a abrir para luego despedirse con las manos manchadas de sangre. Tampoco perderé el tiempo con los que me guardan rencor por razones ajenas a ellos mismos. Ni con los que ven la paja en el ojo ajeno pero no ven el hierro en el suyo. Con haters baratos que me odian más que yo a mí misma, ¿pero esto qué es?

Últimamente vivo rodeada de silencios. Si algo debo confesar es que yo tampoco hago mucho por hacer ruido. No sé, es como si ya nada me pudiera hacer más daño, como si ya no hubiera nada más tras la gran decepción. "¿Para qué?" me pregunto cada mañana. Si ya has decidido hacerme la mala del cuento, ¿para qué voy a quitarte la careta?. Si ya me has fallado cincuenta veces, ¿para qué voy a darte siquiera media oportunidad más?

No hay comentarios:

Publicar un comentario