jueves, 22 de mayo de 2014

Taking fly

Bajaba la calle llorando. Iba casi corriendo, no quería que me viera todo el mundo. Fue entonces cuando me paró un chico que conocía de algo. Me dijo que volviera al lugar en el que estaba "ese cabrón" que me había hecho llorar. No quería hacerlo pero fue tan amable e insistió tan dulcemente en acompañarme y quedarse cerca que no supe decirle que no a unos ojos que dolía mirar de bonitos. Hablé lo que tuve que hablar con esa persona y salí de un lugar al que no volvería. Mi cabeza no dejaba de soltar tacos e improperios internos hasta que mi mente se quedó en blanco. Lo vi sentado en las escaleras mirando a la gente pasar y esperándome en la distancia que, en ese momento, quería acortar hasta límites insospechados. No siendo más que prácticamente un desconocido, allí estaba, cuidando de mí, con las piernas estiradas en la escalinata. Créeme cuando te digo que no has visto a alguien a quien le sienten mejor unas Ray-Ban negras. Jodida e imperfecta perfección. De haber estado allí tu también te habrías enamorado perdidamente. Por suerte para mí sólo estaba yo. En fin. No lo entenderías pero voy a intentar explicártelo. Fue un loco salvavidas que no esperaba a la falsa chica 10 (porque sabe que la verdadera no existe). Me esperaba a mí: una loca que bajaba corriendo la calle con lágrimas en los ojos, que sólo conocía de vista y que ahora conoce de algo más. Es quien me rescató de mares amargos que decían ser salados. Me liberó de marineros cuyo único deseo es meter a las sirenas/medusas/musas que pescan en un traje de neopreno para que vivamos ahogadas en nuestras propias lágrimas. Es el loco salvavidas que entiende mis indignaciones con el mundo, que odia conmigo las injusticias y los actos de cobardía. Es mi loco salvavidas. Ya no me queda mar pero me sobra aire, cielo y nubes. Me sobran alas al alzar vuelo con él de la mano. Me sobra salvavidas pero siempre necesito más de él. No sé si me explico.

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