martes, 4 de febrero de 2014

El duelo de tu ausencia

Quiero que me devuelvas el corazón, el poder respirar sin pinchazos, la cordura que un día de camino a la estación dejé olvidada en tu regazo. Pero el olvido te lo quedas tú que a mí no se me da bien. El dolor que no ha cesado (sino crecido) en cuatro meses me lo quedo yo, que sí entiendo del tema. La sequía de lágrimas me la dejaste toda para mí. El amor enmascarado en odio me lo sigo quedando yo, al menos por un tiempo más. La poesía pública te la llevas tú, la privada se queda en mi cuaderno, conmigo, deseando volar algún día a tus oídos. El verano se queda en las calles de una ciudad que nos vio nacer y crecer pero nunca marchitar. El azul para ti y el rojo para mí. La sangre de morderme la lengua se la escupo al lavabo. Los te quieros que me callo se los dejo a mi almohada, junto con los gritos que ahogo cuando la música está alta. La maleta se quedó vacía y ninguno de los dos decidió apartarla del camino o rellenarla con la ilusión que se nos fue. El pasar las hojas del calendario se lo dejo al tiempo y ya no más a tus manos. Me he quedado con parte de tu tristeza para que no te pese tanto; sí que era una adicción pues no la dejo un minuto. La historia más bonita que hemos vivido y que parece no volverá a repetirse se la dejamos a las letras que sangramos cuando la vida nos duele. No sé tú, pero a mí me pasa constantemente. Te dejo mis rizos, mi risa y la ternura, que ya escasea. Me dejas tu sonrisa, tu acento y nuestros siete años de diferencia. Siempre fue la única real que tuvimos: hemos tenido que rompernos para volar juntos (o caer, si prefieres verlo así). Juntos, volvemos a sentir lo mismo de forma distinta. Las ganas de seguir luchando me las guardo en un cofre bajo llave para evitar volver a escuchar un "no" de tu teclado. A ver si las reúno todas y las encierro de una vez... Te regalo lo que me queda de felicidad para que intentes perdonarme. El daño y la desilusión nos lo repartimos a partes iguales. El sueño también, que llevo tiempo sin pegar ojo por escribir cosas como esta cada noche.

Pero las cartas quemadas las comparto contigo. No querrás creerme, no es daño gratuito, rencor ni odio: solamente dolor. Son ganas de demostrarte que me sigues doliendo como aquel octubre oscuro. Es la última bala del cartucho que gasto con la absurda esperanza de cambiar algo sabiendo que la posibilidad es infinitamente remota (si no imposible), de volver a abril, y sabiendo que sólo me ganaré palabras malsonantes de gente que no sabe de mí y de ti con dos cervezas de más por tus venas en una noche de borrachera.

¿Qué me has hecho? Cómo puedes dolerme tanto, joder. Cómo dueles...

2 comentarios:

  1. Qué precioso escribes, te guardo ahora en mis favoritos para leerte muchas veces más. Que te duela al menos sirve para escribir cosas tan bonitas como ésta, aunque no se sabe hasta qué punto compensa. Pero eh, el comienzo de tu entrada -si me lo permites-, debería cambiar. Él no te tiene que devolver nada, nos lo tenemos que devolver nosotras mismas, espero que se pueda. Yo también estoy buscando cómo aún. Un besito y te dejo mi blog por si te apetece www.fueenunaciudadsinmar.blogspot.com :)

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    1. Gracias por dejar huella en mi blog y gracias también por dejar el tuyo. Me ha encantado encontrar esa joyita con sólo tres entradas. Sigue escribiendo, necesito leerte. Haces y escribes todo lo que yo no puedo.

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