domingo, 1 de julio de 2012

Uncharted

La ciudad se les quedaba pequeña. Ya habían visto todos sus rincones pero cada lugar era distinto conforme avanzaban las horas y se hacía de noche. Una alegre plazoleta iluminada durante el día por un sol de junio se volvía solitaria, tranquila, a la luz de la Luna. 

Suelo venir cuando necesito tomar el aire y estar solo.
+ ¿Bastante a menudo?
Últimamente sí. Tengo mucho en que pensar.
+ Intento buscar mi sitio, ¿sabes? Éste me pareció perfecto cuando me lo enseñaste. Pero si ya está cogido...
– De eso nada. Si me prometes que llevarás un mapa hasta que te sepas el camino, puede ser tuyo también. 
+ ¿Qué pasa? ¿No te apetecería levantarte un día a las seis de la mañana, durante uno de mis paseos "bohemios" que los llamas tú, para encontrarme perdida?
– No sé hasta qué punto me gusta la idea pero este lugar puede ser nuestro.

Intercambiaron unas fugaces sonrisas mientras desviaban rápidamente la mirada al césped de bajo sus pies.

* * *

Poco quedaba de aquella magia. Recordó el momento mientras se dirigía hacia allí. El tiempo había pasado, la situación era distinta. Quería estar sola y ese lugar le traía buenos recuerdos. El problema era que no sabía cómo llegar, el casco antiguo siempre se le resistió incluso con el plano metido en el bolsillo. Evitó ir por la zona cuando las diferencias entre ellos se hicieron abismales. Ambos pretendían cambiar a la otra persona en lugar de mejorarse a sí mismos. Los polos del mismo signo tienen en común que son dos copias exactas... Quizás fuera eso lo que les repelía.

Una calle más y estaría sentada en el escalón de la casa de la fuente, observando toda la plaza a través de un manto de agua. Todo había cambiado para ella, incluso aquél lugar. Conforme se acercaba, vio demasiado movimiento y tuvo que recurrir al plan b.

Decidió seguir caminando para volver cuando cayera la noche, apenas a un par de horas. Alguien iba delante suya con paso desganado y la capucha de la sudadera puesta. De haberse tratado de otro momento, se hubiera dado la vuelta. Luego pensó que a todos les había pillado la lluvia por sorpresa: incluso ella llevaba el gorro puesto. Aceleró el paso para adelantarle y poder mirar al suelo sin tener que estar pendiente de si arrollaría a alguien. Fue entonces cuando algo de esa persona, a diez metros por delante suya, le resultó extrañamente familiar. El viento le atizó con su aroma en el rostro, como si le dijera que acertaba.

No estaba preparada, no era el momento; toda ella era confusión, dudas y nervios. Finalmente dejó lo extraoficial para otro día e hizo lo que hubiera hecho en las situaciones normales: darse la vuelta. En este caso es más correcta la palabra huir.
Se giró con indecisión cuando escuchó que el chico, aturdido, decía su nombre como si no lo hubiera pronunciado antes, o al menos no en mucho tiempo. No había elección, debía dar la cara. Algo que, por cierto, le horrorizaba dadas las circunstancias.

+ Sí, soy yo.
– No te hacía por aquí.
+ Nunca dejé de pasear por estas calles.
– Resulta curioso que no nos hayamos encontrado en estos meses.
+ Año. En este año.
– ¿Cómo estás? ¿Qué tal te va todo?
+ No me va mal. ¿Me disculpas? Tengo prisa.
– No lo parecía cuando saliste de casa.
+ ¿Cómo sabías a dónde iba cuando salí?
– No lo sabía, y me apuesto lo que quieras a que tú tampoco. Te vi, recordé y me apeteció pasarme por aquí. Llevaba un rato sabiendo que ibas detrás mía.
+ Explícate.
– Mira la calle. Está vacía, se escucha todo. Tus suspiros siguen siendo tan profundos como los recordaba, o más. Llevas la sudadera de la cremallera del ruidito enloquecedor que compramos juntos y, bueno, digamos que me ha quedado claro que eras tú cuando empezaste a estornudar. El tiempo empeora, vas a hacer que ese resfriado tonto sea una pulmonía.
+ Eh... Sí, bueno, hoy no contaba con la lluvia.
– Hay que contar con todo. Yo siempre conté contigo.
+ No, no... Hoy no.
– Hoy no, ¿qué? ¿Hoy tampoco quieres dar la cara y hablarlo?
+ Aquí sigo, ¿no? Digo que hoy no me apetece discutir por algo que no tiene importancia.
– Si no la tenía haberlo dicho en su día. Para mí todo lo que pasó se hizo un mundo.
+ Y para mí tú lo eras. Un sitio que se ha vuelto frío, distante. Nunca estabas ahí, no hacías nada por entenderme ni a mis problemas ni a mí.
– He tenido tiempo para ser consciente de ello. Llevo meses viniendo casi todos los días por aquí pero nunca te he visto. Sólo quería encontrarte.
+ Debiste aparcar las esperanzas de dar conmigo, y buscarme.
– Pensaba que las personas no cambiaban. ¿Qué ha sido de ti? Haces todo lo que un día detestabas de las personas. Te has convertido en lo que odiabas. En lo que odias.
+ Tú eras quien decía que mi esencia se estaba evaporando, no yo.
– Pero fuiste tú quien se quedó sentada y cruzada de brazos, dejando que eso ocurriera, haciendo que todo lo demás se fuera con tu orgullo. Lo que pudo ser nuestro incluido.

2 comentarios:

  1. "Ambos pretendían cambiar a la otra persona en lugar de mejorarse a sí mismos" creo que yo no habría sabido encontrar un porqué mejor al casi 100% de los fracasos en las relaciones.
    Supongo que a fin de cuentas, todos somos un poco egoístas aunque no nos demos cuenta.

    ¿Era Sabina el que cantaba al lugar en que has sido feliz no debieras tratar de volver? Supongo que los protagonistas de esta historia no hicieron mucho caso de esa letra. Aunque al menos una esconda frases en el texto ;-)

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    1. Peces de ciudad :) Los protagonistas de esta historia realmente nunca dieron la cara. Uno sigue buscando al otro, y el otro no deja ser encontrado…

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