Los domingos y los lunes. La frialdad, la hipocresía y los sentimientos incalificables. La oscuridad, los relámpagos. El olor a hierba recién cortada. Que te digan "no te va a doler" y sea mentira. Las personas interesadas. Empezar a vivir con la idea de que nadie es imprescindible para seguir adelante.
Los martes y los miércoles. Que no te dejen acabar una frase o que no te expliquen algo que quieres saber. Escuchar un "tenemos que hablar", "no es culpa tuya" o "no quiero hacerte daño". Las mentiras. La actitud defensiva y victimista. Olvidar lo bueno, recordar lo malo. Las discusiones sin sentido que no llevan a ninguna parte. Pensar en esa persona y ya no sonreír.
Los jueves y los viernes. Las bromas cuando se habla en serio. Tener los pies fríos. Que te den la razón de los locos o te hagan ver lo blanco, negro. Los nudos en el estómago. Perder la confianza en alguien, ya sea un sólo segundo o más de una semana. Opinar de forma distinta y que crean que lo haces por llevar la contraria. El calor, si no es el tuyo.
Los sábados. La distancia entre los dos. A ti, a mí. A nosotros y a lo que no es.
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