Anoche
te di un motivo para escribir. En realidad te he dado muchos a lo largo
de estos días, quizás demasiados. Todos los que tú no me das; todos los
que no quiero que me des nunca.
No sé no hacerte daño, no sé quererte o puede que a veces se me olvide hacerlo bien. No sé solucionar los problemas, atisbo uno y enseguida llega la noche. Siempre me he enfrentado a ellos o eso creía, porque últimamente sólo quiero irme dando un portazo y sin decir nada.
Huir, a fin de cuentas. Esa es mi forma de salvar obstáculos, darme la vuelta para seguir por otro camino por el que estés dispuesto a ir, aunque me he dado cuenta de que no tengo que salvar nada que no sea a mí de mí misma.
No quiero ser un proyecto de cascarrabias. Quiero dejar de buscar salidas de emergencia por las que escapar cuando no sé qué decirte porque llevas la razón. No quiero volver a poner la miel en los labios más apetecibles que han visto mis ojos para después quitársela. Quiero empezar a merecerte.
Tengo que cambiar por mí, no por nadie. Me lo debo y te lo debo a ti, que no eres nadie sino ese alguien al que no quiero decirle nunca adiós, sino siempre hasta luego. Nos lo debo.
El problema de huir es que uno siempre se acaba encontrando cuando más duele.
ResponderEliminarCuídate.