jueves, 16 de mayo de 2013

Sailor

Lluevo y el cielo llueve conmigo. Anochezco y el cielo anochece conmigo, pero tú nunca lo haces. Tan fácil como querer estar contigo, tan difícil como la distancia. Tan sencillo como un beso, tan duro como una espera de veintidós días. Creo que ahora mismo experimento casi todos los sentimientos que se pueden vivir. Amor, rabia, felicidad, frustración, seguridad, dolor, confianza... Ceguera. He perdido la objetividad, la ahogué en el fondo de un vaso un jueves por la noche en una ciudad desierta. Ahogué también la cordura, el control y las armas, de las que me fuiste desprendiendo sin darte cuenta. Tus ojos profundos y marrones me ven el alma cada vez que me miran. Tus labios infinitos y suaves bailan con los míos al compás de una canción que nadie más conoce. Tus manos grandes y fuertes me desnudan sin quitarme prenda alguna. Tu voz, grave y con sabor a cerveza recorrió cada centímetro de mi cuello, dejando su huella y olor en él. Nos ponemos la miel en los labios para quitárnosla a los tres días...

1 comentario:

  1. Creo que te entiendo, vivo una situación parecida y aunque la distancia es dura también trae cosas buenas: los reencuentros, las ganas de estar todo el tiempo con la otra persona y las ilusiones de que pronto estaréis juntos y no habrá más estaciones de tren o autobús ni aeropuertos.

    Si se mira bien la distancia te trae otra ciudad donde pasar el tiempo, donde aliviar las penas y donde puedes despejarte de los agobios de la tuya :-) Dos ciudades para hacer historia :-)

    ResponderEliminar