lunes, 2 de abril de 2012

Hit the road Jack, and don't you come back no more

Llevaba tiempo sin salir. Paseé una tarde por la avenida de los recuerdos olvidados y te encontré sentado en un banco. Nuestro banco. Cuando te vi con la mirada perdida supe que mi objetivo al salir de casa, era encontrarme contigo en aquel lugar. A decir verdad, siempre fuiste mi propósito.

Me miraste como quien ve a un fantasma. Se me nubló la mente, cerré los ojos y mi cabeza comenzó a proyectar momentos de duración mínima en mis párpados. Incluso ese en que te decía que no sabía de dónde habías sacado que el morado era mi color preferido. A día de hoy me lo sigo preguntando. 

Te saludé mientras te levantabas buscando unas fuerzas inexistentes. Te acercaste a mi con la delicadeza propia del niño que coge una copa con miedo a hacerla añicos. Me tocaste para asegurarte de que no era el sueño en que vivíamos hace meses.

Siempre hubo algo entre nosotros. Un cristal que pensábamos era un espejo, ya sabes por qué. Un cristal que creíamos que el tiempo iría rompiendo. No hicimos nada, ni siquiera nos acercamos para sentirlo. Los minutos, horas y días lo iban fortaleciendo. La distancia entre nosotros nunca era constante, pero sí suficiente para alimentar ese muro cada vez más opaco.

Cuando quisimos ser conscientes de ello, ya era tarde. La única solución era darnos la espalda y caminar. Caminar y caminar hasta encontrarnos; aunque eso nunca sucedió cuando yo aún quería.

2 comentarios:

  1. Hombre, siempre es más fácil encontrarse si los dos caminan en la misma dirección. Eso de ir uno hacia un lado y otro hacia el otro nunca fue demasiado buena idea. Pocas veces los caminos se encuentran…aunque la tierra es redonda…

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pensarse tanto el intentar estar con una persona le da tiempo a la otra a quitárselo de la cabeza. ¿Ves? Consejos vendo y para mí no tengo.

      Eliminar